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martes, agosto 29, 2006

Hoy se ha muerto por segunda vez. Y por eso no me lo puedo creer. La primera ocasión no había sido una muerte estrictamente, sino una desaparición. Y esto último es peor que lo anterior, porque significa estar muerto mientras todavía vives. Hoy no ha desaparecido. Se ha muerto como un mortal más. Ella ha ganado, porque con su muerte ha hecho desaparecer todo lo malo que un día la había borrado del mapa. Pero, los que nunca la marginamos de nuestro lado lo sentimos. Porque no es justo. Porque esta vez no tenemos que pagar precio alguno. Lo nuestro, quiero decir, nuestro amor y nuestra confianza se ha convertido en un todo por nada. Un todo por nada para ese grupo exclusivo que la acompañó. Para el resto del mundo es una heroína trágica, esa clase de mito al que todos aman. Para mí no es una heroína trágica. La tragedia somos todos nosotros y no ella. Ella es la heroína.

Discurso de Magne Bustle en el entierro de su prima y esposa Carol Bustle en el año 2027. Al año siguiente, perseguido por la tristeza, Magne se suicidaría.

jueves, agosto 24, 2006


Un extracto del reportaje El viaje de Zapatero, de Juan José Millás, y publicado por el diario El País el domingo 23 de julio de 2006

–Hoy me he levantado delgado –dijo Zapatero– porque ayer nadé mucho y cené poco.
Como no había manera de que se comportara como un mito para darme una satisfacción y resolverme de paso el reportaje, le pregunté cómo se defendía del proceso de mitificación al que estaba siendo sometido por sus adversarios, pero también por la gente más cercana a él, que lo adoraba. Me dijo que no corría ningún peligro de creerse las exageraciones de los amigos ni las de los enemigos, que eso les ocurría a los que tenían más pasión por el poder que por la política.
–Pero mi pasión –añadió– es la política, no el poder.
–¿Eso explica también su relación con los medios? –le pregunté tras hacerle partícipe de mis conclusiones (y de las de Torres Mora).
–En parte, sí. Los medios son una forma de hacer política desde el poder, porque quieren poder, pero no quieren transformar la sociedad. ¿Tienen los medios alguna vocación transformadora, de cambio? Tiene mucho más afán de cambio la ciudadanía. Por eso, yo trabajo cada día más pensando en los ciudadanos que en los periodistas, tanto en mi forma de actuar como en la de comunicar. Y esto constituye un acto de fe democrática. La fe en la democracia informa cada acto de mi vida. La idea es que mandan los ciudadanos. En mi campaña electoral dije varias veces que me proponía quitar poder a los poderosos y entregárselo a los ciudadanos, y a eso es a lo que me dedico. El único poder que tiene el 90% de los ciudadanos es su voto, cada cuatro años. Los poderosos, en cambio, votan todos los días. Y esta convicción hay que llevarla a todas partes. Te voy a poner un ejemplo muy claro, el de la energía nuclear, que va a provocar un debate muy importante. En nuestro programa, que coincidía con un deseo muy fuerte de la ciudadanía, se incluía la reducción de centrales. Ya hemos cerrado una. Es evidente que hay problemas de energía, y que quizá aumenten por el precio del petróleo. Pues bien, nosotros, en ese contexto, vamos a hacer un calendario de cierre de centrales. Esto va a generar mucha polémica porque la mayoría política, estoy seguro, va a apostar por la energía nuclear. La energía nuclear es la respuesta sencilla. Yo, sin embargo, creo que hay que hacer crecer las energías alternativas. Y eso, cuando lo haces por convicción, trasciende, con independencia de lo que digan los medios. Los ciudadanos desconfían con razón de la energía nuclear porque no está resuelta la seguridad ni está resuelto el problema de los residuos. Además, una cultura que contempla un límite a la energía nuclear es una cultura que pone freno también a los proyectos militares. No sólo tenemos Irán como problema. Hay otros países que van a caer en esa tentación. Siempre se empieza con fines civiles y de ahí se pasa a los militares.
Al hablar, inclina el cuerpo hacia mí e invade con frecuencia mi burbuja. Cuando algo de lo que dice le entusiasma, me golpea la rodilla, para subrayarlo. En las pausas, echa el cuerpo hacia atrás, hasta alcanzar el límite del respaldo y desde allí me observa como el pintor observa una pincelada de su cuadro. Más que hablar al interlocutor, lo utiliza como un lienzo sobre el que dibuja apasionadamente sus ideas. Da la impresión de que puede ver el efecto que han producido dentro de su cabeza. Después de valorar ese efecto, adelanta otra vez los brazos y el cuerpo hacia el oyente, rompe de nuevo su burbuja, le mira francamente a los ojos y vuelve a la carga poniendo más convicción o más matices o más datos, todo ello en función de unos cálculos que ha llevado a cabo mientras te observaba. No se advierte en él ninguna afectación, ninguna reserva, ninguna distancia. A los diez minutos te olvidas de que estás hablando con el presidente del Gobierno.
–Yo –está diciendo ahora– procuro cumplir cada día mi compromiso con los ciudadanos porque eso es lo único que me preocupa. De hecho, el grado de cumplimiento de nuestro programa, cuando termine la legislatura, va a ser espectacular. Ya lo es a dos años vista. Quizá el grado de reconocimiento de los medios no esté a la altura del grado de cumplimiento, pero a mí me parece bien que sea así, porque no estamos aquí para que los medios nos halaguen, sino para cumplir el mandato de los ciudadanos. A veces, en el Consejo, algún ministro se queja de que los telediarios de TVE no nos tratan bien. Y yo les digo que hemos ganado las elecciones para esto, para que los telediarios de la televisión pública sean, al fin, independientes. Si quieres que te traten mejor, hazlo mejor. A mí las satisfacciones más grandes no me las producen los aplausos, sino el hecho de ver a los demás felices. Un hombre en el poder no es un hombre en su destino. Lo que importa es el destino del país al que sirve. En eso consiste la visión republicana de la vida. La norma es muy sencilla: austeridad con uno mismo y generosidad con los demás.
Al observar que está El Mundo entre los periódicos que acaba de hojear, le pregunto si no le ha molestado la caricatura citada más arriba, en la que se le tacha de rata de albañal.
–En absoluto. Estas cosas no me llegan –asegura sonriendo–. Y cuanto más alejadas están de la realidad, menos me llegan.
–¿Qué le llega entonces? ¿Qué le emociona?
–Me emocionan, por ejemplo, los subsaharianos. El problema de la inmigración ocupa mucho mi pensamiento porque vivo respecto a él en una contradicción absoluta. Sé que no podemos dejarles pasar, pero mi deseo sería ofrecerles trabajo a todos. Y tenemos que encontrar fórmulas para resolver eso. También me preocupa mucho la generación de los llamados mileuristas. Por eso, al debate sobre el estado de la nación llevé una serie de medidas dirigidas a estas personas. Un país tan rico como España ha de tener a esta generación, que representa el arranque del siglo XXI, absolutamente comprometida con el proyecto político del futuro. Dentro de quince años serán ellos lo que tengan que cambiar el país, y no será posible si no les hemos hecho sentir afecto por lo público. Hoy tienen poco afecto porque, perteneciendo a una generación mejor formada que la mía, encuentran dificultades para salir a la vida. Y el problema no es que tengan que esperar cinco o seis años para acceder a un piso, que lo es y estamos trabajando en ello, el problema es que nosotros no nos podemos permitir el lujo de que las ideas con las que esa generación va a cambiar el mundo lleguen a la sociedad con cinco o seis años de retraso. Me gustaría que esa generación estuviese tan politizada como lo estuve yo. Yo sentía tanta pasión por la política como por mi mujer. Creía tanto en ella como en mi mujer. Yo sentí que la democracia del 78 estaba hecha para mi generación, para mí, que voy a pasar, al contrario de mi padre, el 80% de mi vida en democracia. Yo soy la primera generación que ha disfrutado de España. Tenía 16 años cuando las primeras elecciones. Iba con mi hermano por León repartiendo propaganda de izquierdas porque teníamos la impresión de habernos ligado a la chica más guapa del mundo, que era la democracia. Y esa creencia nos salvó. Por eso considero tan importante que esta otra generación sienta también afecto por lo público, que crea en la política, en la democracia.
–¿Y lo está consiguiendo?
–Claro que sí. De hecho, en las próximas elecciones el voto joven va a ser decisivo.
–Por cierto que, hablando de su hermano, con el que repartía propaganda, creo que tanto él como su padre estaban más a la izquierda que usted.
–Mi hermano era del PC, y muy activo, y mi padre había colaborado con el PC en la clandestinidad. Recuerdo que en mi casa había una multicopista de esas. ¿Cómo se llamaban?
–¿Vietnamitas?
–Eso es, una vietnamita. Pero mi padre ya votó al PSOE en el 77. Marx es un extraordinario pensador y un excelente analista del capitalismo. Pero le falta reflexión sobre la democracia. El monopolio económico produce efectos negativos. El origen de la izquierda se encuentra en los valores de la Revolución Francesa, que es una revolución ciudadana porque se enfrenta a quienes en esos momentos monopolizan el poder: la nobleza y el campesinado. De ahí salen todos los valores de la izquierda. Lo malo es que habitualmente se piensa más en términos de poder que de democracia. Quienes piensan que al poder se puede llegar de cualquier manera (a través de la lucha armada, por ejemplo) también piensan que se puede ejercer de cualquier manera. Y eso no puede ser. El Muro de Berlín fue un argumento excelente para la derecha. Era tan bueno que Berlusconi todavía lo utilizó en las últimas elecciones. Ahora la derecha no tiene fantasmas con los que azuzarnos para ejercitar el poder. Por eso utiliza a Bin Laden. Pero nadie se cree que Bin Laden pueda debilitarnos tanto. No tiene el poder que había al otro lado del Muro. Lo que da fuerza a un proyecto democrático es la transparencia, la deliberación democrática, el debate. El poder tiene que tener todos los controles del mundo. Cuantos más controles tenga, mejor. Por eso puse tanto empeño en dar libertad a los medios públicos Ahora bien, yo creo que los medios deberían aportar más ideas de cambio. Aportan poco en esa dirección. Y se equivocan, porque un medio de comunicación puede dar muchas satisfacciones a los suyos, pero carecer de influencia social.
–Acaba de hacer frente al debate sobre el estado de la nación. Dentro de unos días se votará el Estatuto catalán. Además, ha asegurado que de un momento a otro anunciará en el Parlamento el inicio de los contacto con ETA. ¿No hay una concentración excesiva de asuntos capitales en muy poco tiempo?
–La política es el control de los tiempos. La política es tiempo, mucho más en una sociedad cuyo volumen de información al día es impresionante. Hay que pensar no sólo cómo dices las cosas, sino cuándo las dices. Siempre hay un margen aleatorio de error, siempre se corre algún riesgo, pero estamos aquí también para correr riesgos. Antes de ganar las elecciones, comenté con algunas personas que me iba a tocar la tarea de poner fin a ETA, no porque yo tuviera cualidades especiales o porque dispusiera de unos recursos que no hubiera descubierto nadie, sino porque era el tiempo de acabar con ETA. No gané el congreso de mi partido por ser José Luis Rodríguez Zapatero, sino porque había llegado el momento de los Zapateros. Pues bien, ahora ha llegado el momento de desatar este nudo. Si a esa certeza le pones unas gotas de sentido común y de intuición (y esto se da por descontado en una persona muy bregada políticamente como yo), lo normal es que las cosas salgan bien.
Cuando le recuerdo una idea muy extendida en determinados ambientes según la cual es más beneficioso (incluso electoralmente) mantener a ETA como una enfermedad crónica que intentar eliminarla, me dice que ese tipo de análisis pertenecen a aquellos que aman el poder por encima de la política y cuyo deseo es perpetuarse en el poder.
–Mi experiencia de estos dos años en el Gobierno –añade– es que el poder es un buscador incansable de excusas para demorar la solución de las tareas difíciles. Yo no estoy dispuesto a caer en ese vicio. Por eso tomo decisiones cuando creo que es el momento de tomarlas. Evalúo los riesgos y mido las consecuencias, desde luego, pero en esta evaluación jamás intervienen cálculos electoralistas. No te puedes imaginar hasta qué punto esos cálculos pueden retrasar las decisiones importantes. En el problema de ETA, si no hubiera elecciones dentro de dos años, estaríamos todos de acuerdo. Fíjate, por ejemplo, en el asunto de las pensiones. Yo llevo 20 años oyendo que no se pueden subir las pensiones porque el sistema no aguanta. Pues las hemos subido y no sólo aguanta, sino que mejora. Si se hubieran cumplido las profecías de los agoreros, el sistema de pensiones habría saltado a mediados de los noventa.
–¿Qué más ha aprendido durante estos dos años?
–He aprendido a estimar aún más a la ciudadanía común, en la que hay un verdadero afán de cambio, y a ignorar a los que justifican tanto. Y veo con ironía ese aire de superioridad que transmiten algunos como Rajoy: “Usted no sabe nada, usted es un insolvente, usted no tiene proyecto, ni equipo ni ideas…”. Me divierte. Mira, yo no estaba de acuerdo con Aznar, pero Aznar tenía un proyecto político. Rajoy es como el recuelo del café. Es un hombre de hace 30 años, incluso del siglo XIX. ¿No te lo imaginas perfectamente en el casino, pasando la tarde?
Cuando llegamos a Lleida, un colaborador se acerca a él y le dice que tiene que bajarse el último del tren.
–Siempre me tengo que bajar el último o el primero, pero aún no he averiguado de qué depende –me confía con expresión divertida.

miércoles, agosto 23, 2006

Quiero que sea él, no quiero esperar más

Cuando me dicen que no creía en una persona, yo intento creer en ella lo más posible, para demostrar que la confianza es de los hombres, para demostrar que la fe es algo nuestro. Desconozco a qué obstáculos se tiene que enfrentar a diario el presidente del Gobierno, pero quiero creer que no tiene miedo y que, al final, logra solventarlos. También es cierto que no pasaría nada por que no consiguiera todos sus objetivos. Por encima de todo, es humano y no lo puede todo.

Él, ahora mejor que nadie, tiene la oportunidad de motivarnos, de enseñarnos que las cosas están hechas para cambiar, siempre para mejor. No pretendo hacer una alabanza, sino una manifestación sincera de confianza, de que tiene mi apoyo, de que respaldo sus intenciones de hacer de este país, y de esta sociedad, la más racional e interesante de las convivencias.

Reconozco que al principio no me gustaba. Ahora, sin embargo, me creo sus palabras, no por estar cegado, sino que creo en su coherencia -relativa, por supuesto, somos humanos-. España está mejorando.

La foto fue sacada por Gorka Lejarcegi para El País.

jueves, agosto 17, 2006

tomate como que tú eres lo distinto que yo quiero y yo lo que tú quieres...


La presentación de Morrow
Los Vaporosos adelanta parte del perfil de Nero Tenno Kay Vendria, el hombre que transformó la historia del mundo para siempre, cuya historia se recoge en las memorias de John Bectischer, su gran amigo
Nero Tenno Kay Vendria nació en 1985 en Dire Straits, Moorland. Hijo de Hardmann Kay, heredero del trono del antiguo reino de Kay, y de la plebeya nipplense Kena Vendria, su juventud fue muy dura. Sus padres, los cuales se casaron siendo jóvenes e impulsivos, nunca llegarían a comprender el valor de educar. La infelicidad de Nero se vió agravada por la constante separación de sus amigos, siempre justificada por motivos absurdos. Nero fue progresivamente rechazando los modelos paterno y materno, volviéndose bastante autodidacta y muy escéptico. A partir de los doce años, la relación con sus padres se convirtió en un perpetuo conflicto de convicciones y, a los dieciséis, el joven Tenno sufrió una gravísima crisis de personalidad que determinaría su rumbo posterior. De carácter introvertido, melancólico y bohemio, aunque buen estudiante, el príncipe moorlandés se propuso luchar contra ese silencio que envolvía su personalidad y las relaciones familiares. El proceso, de una dureza excesiva, marcaría un antes y un después. Tenno lo llamó Escofdote.

The night is loud, 2065
Johnny Bectisher Engelgrove

miércoles, agosto 09, 2006

Al fondo de la ría de Arousa, se pueden ver tres focos que continúan sin dar tregua a una de las localidades más afectadas por la ola de incendios que desde hace cinco días arrasa Galicia.
Vítor Mejuto (LA VOZ)
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jueves, agosto 03, 2006

¿Política?